Hace unas semanas dejé de
impartir clases de preparación al parto para una famosa aseguradora conectada
con un hospital privado de Madrid.
Hace más de tres años que lo
vengo haciendo en diferentes centros de ésta aseguradora; al principio impartía
muchas clases, me servía para ir perdiendo el miedo a hablar en público,
soltarme y tener ciertos ingresos más o menos fijos al mes, que al ser autónoma
me venían bien…
Tenía un perfil de parejas
bastante diferente al que estoy acostumbrada; salvo excepciones, las parejas
con las que me encontraba no habían tratado con una matrona durante su
embarazo, tenían bastante miedo al parto y no poseían información sobre el
curso normal de su embarazo, sólo una carpeta con mil analíticas, ecografías y
pruebas.
Cuando trataba el tema del
plan de parto, muchas se extrañaban de “poder elegir cosas relacionadas con su
parto” pero a otras les parecía muy buena idea poder elegir la postura para dar
a luz y estar cómodas, poder caminar durante la dilatación, conocer los recursos
que tiene su hospital para controlar el dolor en el parto (tanto farmacológicos
como naturales), beber agua, no separarse de su bebé nada más nacer, estar
acompañadas en todo momento por la persona de su elección…
Cuando me preguntaban qué
podían hacer para evitar una episiotomía (porque todas sus amigas habían
sufrido una) o si era normal que alguien se les subiera encima para apretarles
la barriga y que saliera el niño (porque a varias conocidas se lo habían hecho)
la verdad es que se me caía el alma a los pies…
Cada vez que una me decía
“mi ginecólogo me ha dicho que como es el primer bebé es mejor una episiotomía
que un desgarro” o bien “en este hospital no cogemos planes de parto, nosotros
sabemos muy bien lo que hay que hacer” o “aquí se pare normal, tumbada, en el
potro y en quirófano porque es más seguro que en la habitación” o bien “no sé
para qué quieres saber qué métodos naturales hay si al final todas os ponéis la
epidural”…
Por dar la información que
recomienda el Ministerio de Sanidad con respecto a la atención al parto normal
y por recomendar a las mujeres informarse sobre los protocolos de actuación del
hospital que habían elegido para dar a luz, he recibido toques de atención en
varias ocasiones.
He recibido toques de
atención de los ginecólogos a los que no les gustaba que “sus pacientes” les
llevaran planes de parto y les preguntaran por porcentajes de episiotomías y cesáreas,
quejas porque estaba bajando el número de partos en ese hospital…
Finalmente esas quejas han
hecho que dejen de contar con mis servicios.
Curiosamente, montones de
parejas dejaban constancia en las hojas de evaluación, lo satisfechos que
estaban con la información recibida en las clases por parte de la matrona.
Y he recibido en muchas
ocasiones agradecimientos por encontrarse con unas clases de preparación al
parto “muy diferentes a las esperadas”.
Y yo me pregunto… ¿el número
de partos está bajando en ese hospital por mis clases de preparación al parto o
porque se va corriendo la voz de la asistencia que ofrecen y las mujeres
comienzan a buscar otra cosa?
Es más fácil mantener a las
embarazadas en la ignorancia, que no sepan demasiado, que no pregunten y que no
pidan cosas “diferentes”, no vaya a ser que nosotros tengamos que cambiar
nuestra manera obsoleta de trabajar…
Cuando me comunican que
desde “el Hospital” han solicitado que prescindan de mis servicios, la persona
encargada de decírmelo me argumenta diferentes puntos de vista en cuanto a la
atención al parto… y eso es cierto, cada uno podemos tener un punto de vista
distinto en función de nuestra formación o práctica profesional, pero lo que es
incuestionable es la buena o mala praxis.
Nunca he dejado de dar
información objetiva por encontrarme en un lugar en el que sé a ciencia cierta
que no gusta, lo he hecho a costa de perder el empleo y si ha sido así me
siento orgullosa de ello.
No doy una información u
otra en función del lugar donde me encuentre, creo que las mujeres tenemos
derecho a elegir en todo lo relacionado con nuestra maternidad, pero elegir sin
información es muy difícil…
Estoy convencida de que lo
que ha sucedido volverá a pasar con otra compañera y luego con otra hasta que
esos ginecólogos decidan dar ellos mismos su preparación al parto o bien
claudiquen, escuchen y se den cuenta de que tratar los nacimientos como si
fueran una fábrica de enlatado de sardinas puede ser rentable económicamente
pero no es ético.
Mi conciencia se queda muy
tranquila, aquí lo dejo.